domingo, 10 de febrero de 2013

La muerte del Gral. Lorenzo Salazar


El capitán Herrera de Guadalupe Santa Ana.Pue; se informó de los acontecimientos del día anterior, e inmediatamente mando soldados que cortaran caminos y veredas a San Marcos con el objeto de que nadie pasara a informar al general Salazar que iba a batirlo por ese lado. Envió un explorador a San Marcos, y después de tomar un breve desayuno que le obsequio el buen amigo Serapio Arias, salió con su gente a ocultarse en el Cerro de la Cruz.

A las 10 de la mañana regreso sudoroso el explorador, informando al capitán Herrera de la emboscada. Que el general Salazar, después de una juerga de casi toda la noche, se preparaba a salir para reunirse con Olarte y Salazar.

Con esta información, el capitán Herrera dispuso salir inmediatamente a interceptar el paso del general antes de que se incorporara a su gente en Los Encinos Largos. La misma persona que fue a explorar a San Marcos lo guio por veredas, cruzando la montaña, para salir al lugar del camino apropiado, cortar al general Salazar de su gente, y acabarlo.

No le falló su plan ni el tiempo que había tomado, no había caminado 300 metros por el sendero que va a Los Encinos Largos a San Marcos, cuando en un recodo se encontraron con el general Salazar que venía con sus 5 hombres, completamente confiado por saber que tres kilómetros adelante lo esperaba su gente emboscada, para no dejar pasar ni una mosca sin el permiso de Olarte y Salazar.

Con tio Juanito Herrera calculaba que no tardarían mucho en encontrarse con el general Lencho Perro, y sabiendo cómo se las gastaba este, mando de vanguardia a su sobrino [el coronel] Teófilo García, quien montado en su magnífica mula prieta y su pistola ametralladora Thompson, era el mismo demonio peleando.

Así iba Teófilo en esa ocasión, muy listo y atento, cuando oyó el tropel de los caballos del general Salazar. Hizo una seña a los que lo seguían, y el preparo la mula y la Thompson.

El camino es estrecho y solo puede caminar en fila un caballo tras otro. Pero en este lugar del histórico encuentro para mi región, había un terreno semiplano y descampado como de 80 metros cuadrados.

Ahí se detuvo Teófilo, debidamente preparado para el encuentro. Segundos después, despreocupado y platicando con los suyos, el general Salazar asomaba a la vuelta del camino. Al reconocerlo, Teófilo aventó la mula sobre el caballo disparando la Thompson de arriba abajo para matar al mismo tiempo jinete y cabalgadura. Confirmando el valor que le había dado gran renombre (Lencho perro), el general Salazar levantó su caballo y a su vez se le aventó a Teófilo, a tiempo que sacaba su rifle. El caballo, de gran clase como la de su jinete, obedeció a la rienda y se paró de manos para echarse sobre Teófilo. Pero este ya había pespunteando a los dos con la ametralladora, de modo que al caerse el caballo sobre sus cuartos traseros, se desplomo y cayó muerto sobre la pierna izquierda de Salazar.

Al caer éste, inmóvil por la pierna prensada bajo del caballo, en el postrer instante de su vida tuvo la energía de disparar el último tiro al que la vida se la quitaba. Y lo hizo con tan buena puntería que también le hubiera partido el corazón a Teófilo.

Pero el ineludible destino no lo tenía dispuesto así: la bala fue a pegar en el mango delantero de la Thompson. Voló la madera, y el cañón de la pistola desvió la bala, salvándolo de la muerte.

Sonriendo nerviosamente, Teófilo contemplaba poco después al general Lencho Perro, valiente entre los valientes muerto ahí, con un gesto de desesperación en su bronceado rostro, cual mueca de desprecio a la muerte con la que tanto había jugado sobre su famoso caballo el trueno.

La parca había triunfado al fin. El general Lorenzo Salazar pasó a la eternidad el 11 de julio de 1919.

El capitán Juan Herrera, don Hilario Jara y Teófilo García, colocaron el cuerpo de Salazar a la sombra de un árbol. Recogieron sus armas y salieron violentamente sobre la gente que tenía puesta la emboscada en los Encinos Largos. Los atacaron sorpresivamente por el sur mientras los esperaban por el norte.

La derrota fue espantosa. Don Hilario Jara gozó tratando de lazar al general Olarte para cogerlo vivo. Lo perseguía a corta distancia, cuando el caballo de este perdió las manos y rodó en un desfiladero. Olarte se levantó y siguió corriendo entre la barranca cubierta de vegetación, donde era imposible que don Hilario pudiera seguirlo, y así escapó.

Los de Salazar perdieron 12 hombres, 21 caballos, sobre todo a su general Lencho.



Fuente: Escamilla José Pascual y Escamilla Guadalupe G.2003. “ Memoria de Acatlán”. Pag 67,68

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